lunes, 11 de julio de 2022

Lo que sigue...

Concluir ciclos puede ser un tanto difícil para algunos e imposible para otros; los primeros, sufren lo necesario para conquistar metas, para crecer y continuar su camino con un montón de aprendizajes como respaldo de lo que, tarde o temprano, se convertirá en hechos, en acciones y, sin duda alguna, en triunfos. Los otros, son lo que avanzan, o creen hacerlo, sin reflexionar lo má
s mínimo para aprehender conocimiento, los que tendrán que enfrentar duras pruebas que les atascará el camino que se debe andar para subsistir en este mundo cambiante, en esta realidad que exige cada día más a quienes participan de ella.

En mi escuelita eso se ve cada año, al finalizar y desde que inicia… es inevitable ese bucle interminable de cierres y aperturas entre mis alumnos y los que vienen detrás, los que siguen porque quieren y los que acuden a la escuela porque no tienen otra opción que obedecer la costumbre social que les obliga a perseguir el sueño que alguien les ha dicho que existe: “Estudia para que seas un triunfador, para que seas alguien en la vida”, cuando en la vida se es cuando se tiene claridad en lo que se busca, en lo que se quiere lograr, en lo que satisfaga las necesidades de ser alguien en la sociedad o comunidad en la que se convive a diario.

Este ciclo escolar 2021-2022 fue una prueba de fuego para muchos jóvenes que ahora dejan la secundaria y buscan el siguiente nivel; su paso por la pandemia puso a prueba el talante familiar y el personal, y la prueba no ha sido sencilla: el aislamiento, las clases en línea, la pérdida de seres queridos, de muchas libertades y la ganancia de muchas señas de libertinaje y desatención, es lo menos que puedo mencionar. La pandemia dejó al descubierto nuestras deficiencias, nuestras carencias, nuestras debilidades, nuestros miedos e inseguridades; pero también abrió la oportunidad de demostrar fortalezas, espíritu solidario, sensibilidad y necesidad de salir a devorar el mundo con los recursos con los que se cuenta, de reinventarnos de manera resiliente…

¿Cuántas de esas últimas tomaste para ti? ¿cuántas de esas sustituyeron malos hábitos? ¿cuántas oportunidades de conocer más, de conocer mejor, de conocer a quienes nos rodean y a nosotros mismos, aprovechamos para ser más? La reflexión no es vana y requiere sinceridad, objetividad y seriedad…

Si me preguntaran -y sé que no lo harán en mi escuelita porque no es habitual preocuparse por otros más que por sí mismos- qué aprendí este ciclo escolar, podría contestar que aprendí a ser más atento a mi entorno -y eso es mucho decir porque vivo despistado todo el tiempo-, pero no sólo a lo que me rodea, sino a los gestos de mis alumnos, a los sonidos sordos que emiten cuando algo se mueve en su interior, a sus miradas culposas cuando les falta el trabajo y a las que echan culpas cuando la falla no es su registro exclusivo. Aprendí a escuchar de lejos sus ideas, a traducir sus inquietudes, a retar con sentido su intelecto y sus habilidades; aprendí a decir, con palabras menos duras, lo que creo que les falta y que nadie les dará si no lo construyen por su cuenta.

¿Qué les dejé? No lo sé… pero quedo satisfecho, aun cuando muchos reprobaron por falta de trabajo y no por falta de capacidad, porque he de reconocer que mis alumnos son competentes en muchas cosas, aunque les falla la organización del tiempo porque nadie les ha enseñado, exigido, mostrado o disciplinado en ese rubro; porque su competencia sigue en construcción y lamento que no seré testigo de lo que harán el siguiente año, en esta u otra escuela. Y en verdad lo lamento, porque me gustaría mucho, aunque siempre diga lo contrario, de saber qué hacen y cómo resuelven los siguientes retos, los que vienen, los que siguen…

Me gustaría saber, si el tiempo lo permite, que algunos son médicos, mecánicos, comerciantes, artistas, políticos, profesores, ingenieros, carpinteros, fotógrafos o lo que quieran ser, con éxito, destacados en lo que sea que hayan decidido hacer y ser… SER… así, con mayúscula, porque si bien la escuela es uno de los caminos -y el que suelo recomendar-, no es el único con el que habrán de toparse en lo que les falta por avanzar, por seguir, por crecer. Confío en que todo saldrá bien para ellos y, de pasada, para los que les hemos acompañado.